El movimiento del cuerpo, lo proporcionaba las manos que empujaban el pecho, tratando de hacer circular la sangre al corazón. Solo veía sus ojos, su traje azul marino, y sus palabras que contaban nada.
El piso frio acariciaba la idea de que algo malo se acercaba, no era la huesuda, era su dolor.
Con el pecho apretado logre gritar y respirar nuevamente, lagrimas derramaban y salían sin parar, la mandíbula ya dolía de tanto apretar. Los dientes rechinaban y se hacían polvo. No hay dolor tan inmenso que sentir como poco a poco el corazón deja de latir, como el tiempo deja de seguir.
Con las venas extendidas en finos tubos plásticos, que llenaban mi cuerpo de drogas y morfinas, hacían que aquel monstro debajo de la cama y dentro del closet fueran uno solo, que se tornaran humanos, que fuera yo. Es que tenía miedo, miedo de mí, era la niña y su fantasma.
La noche pasaba tan lenta, el ruido de lo que suponía era lo que recordaba que mi vida seguía, no dejaba de preocuparme. Solo deseaba que fuera el día, y que mantuviera el día, que vinieran los movimientos a sacarme de este infierno. Solo deseaba bailar.
En esta vida, no fui hecha para extrañar, y las nostalgias, no deseo sentir. Aquel viejo corazón que no puede palpitar solo, desea descansar.
Muy fuerte!
ResponderEliminarSaludos!