martes, 22 de noviembre de 2011

Efecto Borges


No lograba desviar la mirada de su rostro.
Un rostro varonil, la barba tupida, los pómulos gruesos, con un peculiar color sol. El bronceado de su piel, es su fin de semana lejos de mi corazón, pero alado del mar, que es mi otro amor. Sus ojos, que solo se movían para seguir las letras de Borges, que tanto deseaba volver a leer, que ahora me leía, que compartía. Y sus labios, rosados, suaves, y delgados, casi no dejaban de moverse con la emoción de la lectura, si quiera paso su lengua para humedecerlos, siquiera trato de respirar después del punto, pero igual, todo lo entendía.
Extrañaba eso.
Extrañaba sentir su respiración pasar por mi cuello, mientras solo nos abrazábamos acostados, sin pensar en lo que eso traería como consecuencia, sin pensar que después ya no estaríamos juntos. Fue un abrazo tranquilo, con pedidos de disculpas, con deseos de seguir en esto. Fueron suspiros alimentados por el gusto de estar tan pegados, donde mi cabeza descansaba junto a su pecho, y cercada de sus brazos, donde sus besos  saboreaban mis lagrimas, y donde la sonrisa de una idea solo salió de su boca sin pensar en lo que eso provocaría en mí
“Me gusta amarte”
... la paz quería tragarme, pero en realidad, yo aún no deseo sentir lo complejo de todo esto. Mi abrazo, cargado de amor y paz, era lo único que en el momento yo podía ofrecerle. Para luego regalarle mis gemidos, mi respiración agitada, mis orgasmos, mis besos, mi mirada, y de el luego salió, sin pensar lo que eso provocaría en mi
“Me gusta amarte”