Saborear mi goma de mascar sabor a coco sentada en
la orilla del mar.
Ese sabor me lleno de recuerdos solo encontrados en
otra vida, y los besos del viento en mi cabello acaracolado, con el mar
lamiendo mis pies haciendo cosquillas en mis muslos, un poco más adentro, y
subiendo hasta tomar mis caderas, apretarlas tan suaves como dedos cálidos y
resbalosos.
La primera vez que los experimente tenía alrededor
de 7 años. Había limpiado el llano cortado al redor de la finca y mi abuela me
había dado unos cuantos reales (moneda brasileña). Caminé con Lampião, mi perro vira lata
(callejero) por la playa, que estaba a unos metros de la finca, mi objetivo era
darle un baño de sal, matar las pulgas que a diario le pegaban las vacas.
Cuando un vendedor de dulces traídos de Angola me ofreció 10 gomas de mascar
por 0.50c y yo con la felicidad de haberme ganado esas monedas sudando, las
pague.
Me senté a la orilla del mar a masticarlas, sentía
como la lengua se enrollaba sola buscando las esquinas más deliciosas, escondiéndola
de los dientes para no morderla de una vez.
Fue la primera y última vez que saboreé esas
deliciosas Gomas de Mascar. El señor nunca más fue a la playa, y yo siempre
cortaba el llano, llevaba los perros a bañarlos al mar, alimentaba los puercos,
gallinas, patos, gansos, pavos… buscando un dinero sudado y merecido para poder
comprar mis delicias de coco.
Pero nunca volví a ver al Sr. Angolano.
Un peón de la finca dijo que él era un alcohólico y
lo encontraron ahogado en la orilla del mar. Algunos dicen que se mato por
amor, y otros que por “saudades” (en rápido entendimiento significa nostalgia,
pero la verdad es que este sentimiento no tiene traducción a ningun idioma que conozca.
Saudades es lo más fuerte que el ser humano algún día pueda sentir, es aquello
que mueve su dirección a un estado de vida más feliz) de su país. Incluso oí
que estaba metido en malos caminos juntos con la Mafia Angolana y que le dieron
muerte.
El día que me enteré que ya no existía… lloré.
El dolor y las saudades invadieron mi paladar. Me dolía
la encía, me ardía la lengua, sentía un nudo en la garganta… ¿Qué haría sin mis
golosinas de coco? Aquel sabor que invadió mi ser para quedarse. Casi se sentía
como si estuviera enamorada.
Han pasado los años, y como mujer adulta, he
olvidado muchas cosas. Entre ellas, aquel sabor. Solo recuerdo la sensación, y
como mi cuerpo reaccionaba. Puedo hoy día decir que era como el orgasmo.
Orgasmo múltiple, que hacía temblar mis rodillas y tumbarme al piso, mirar al
cielo y soltar jadeos. Obviamente de niña todo se resumía a “un sabor cósmico”
(estaba obsesionada con el cosmos a esa edad, incluso llegaron a decirme así
algunos amigos “Menina Cósmica”)…
Desearía no olvidar los recuerdos, o al menos tratar
de mantener mi reacción vista de otra perspectiva…
Deseo siempre enamorarme, aunque sea todos los días,
más y más de la misma cosa…
Deseo, deseo, deseo…
… masticar mi goma de mascar a orillas del mar.