jueves, 30 de junio de 2011

Lila

Cuando tenía 6 años, vivía en un edificio,  en el centro de la ciudad, próximo a todo. Sus apartamentos siempre estaban llenos, apenas un inquilino desocupaba, otro ya tomaba su lugar. El edificio se llamaba Lola, tenía tres pisos, pero eran dos edificios conectados, lo que hacía que se viera más imponente que un pequeño edificio de tres pisos. En el habían 8 apartamentos, 4 por cada bloque, yo vivía en el segundo piso del bloque de la izquierda. El último bloque, era aquel espacio que todos los moradores usaban para colgar sus ropas lavadas, y dejarlas secar al viento. Algo que vemos en los edificios de antaño.
A mis 7 años, amaba explorar. En el patio del edificio, había un enorme árbol de mango, durante el verano, siempre había una iguana, o un ave extraña, siempre había mangos para chupar, y la sombra que daba, te invitaba a descifrar los hilos de sol que se filtraban por sus hojas. Y en uno de esos días, llego alguien al apartamento 3 del bloque derecho.
(El inquilino anterior, había sido un señor muy malhumorado, pero solo tenía un par de años de vivir ahí. Mi madre me decía que él era infeliz, porque dejo que su amor se fuera. Entonces empecé a pensar que toda persona malhumorada había perdido un amor.)
No recuerdo, exactamente qué día de la semana era, pero es normal, cuando un niño está de vacaciones, olvida completamente el tiempo. Solo estaba sentada, con mi radio casett, debajo del árbol, cuando veo llegar un pequeño camión rojo, y de él se bajan una señora, una niña que aparentaba tener 12 años, y un niño de repente más joven que yo. Sentía enorme curiosidad por saber quiénes eran, a pesar de saber que ocuparían el apartamento 3 del bloque A.
“Nena, venha comer” / “Nena, ven a comer”
Era mi gran llamado de la selva, mi madre ofreciéndome el bocado más esperado del día, siempre había algo delicioso en la mesa, algo innovador, yo sentía el amor en cada bocado, así que nunca logre sentir el malhumor de mi antiguo vecino.
Al terminar de almorzar, mi madre me pregunta que había hecho en el patio, y le conté muchas cosas, pero solo hice énfasis en los nuevos inquilinos. En el fondo me emocionaba saber que existirían más niños en el edificio, a parte de mi hermano que es más viejo, solo había otro niño, que tenia la edad de mi hermano, nunca me dejaban jugar con ellos, además, yo era una niña.
Esa tarde subí al tercer piso, con mi mamá, a recoger las sabanas que habíamos dejado secando al viento. Como me encantaba la ropa así, sentía que la brisa luego me arropaba. Mientras ponía las horquillas en una bolsa, vi del otro lado una niña, morena, hermosa, alta de cabello muy liso y muy negro. Me sonreía, y yo le devolví la sonrisa, entonces baje a mi casa, y pensé en ella todo el resto del día.
Empezaba un nuevo día de sol y brisa delicada, mangos y piedras me acompañaban a jugar, hasta que oí a alguien decirme:
“Puedo jugar contigo”
Su voz me hipnotizo, y sentía un gozo inmenso, tenía a alguien con quien jugar, y en mis vacaciones. No podía pedir nada mejor. Moría de ganas que mi mama me viera jugar con ella, y que mi hermano también nos viera jugar.
“Me llamo Lila. ¿Cómo te llamas tú?”
“A.”
Con el tiempo nos convertimos en amigas, las vacaciones estaban prestes a terminar, ambas extrañaríamos esos días, pero siempre existían los fines de semana.
Recuerdo haber estado con ella en el tercer piso, jugando cartas, o un intento de juego con cartas, cuando supuestamente yo perdí. Estábamos apostando chicles. Ella se llevo mi chicle favorito, sabor a coco. Entonces vi como se lo devoraba, y sentía poco a poco como mi frente se fruncía, y en un inesperado momento, el chicle apareció en mi boca.
En el momento no logre entender, o estaba tan concentrada en mi disgusto que olvide pensar en ese lapso de tiempo. Y aun sin haber masticado el chicle, recordé como llego a parar a mi boca.
Ella me beso.
Y yo no sentí nada más que sorpresa, pero luego sentí mariposas y algo extraño en el vientre, cosquillas, pero eran deliciosas. Trate de indagarla, pero ella se reía a carcajadas de mi cara, y solo la escuche decir:
“Te enseñare”
Y me volvió a besar. Sentía su lengua, sentía sus manos, sentía sus ojos cerrados, sentía su respiración. Y sentí que no sabía si eso estaba bien. Y que me gustaba.
No estoy consiente si pensaba en mi sexualidad, y no recuerdo saber para aquel entonces si era malo besar una mujer. Yo beso a mi mamá. Y compare el beso con lila, como un beso de mi madre.
Entonces aprendí a no tener afecto, solo a sentir.
Lila se fue, después de dos semanas, mis vacaciones acabaron y con ellas un romance inesperado.  Nunca llegue a sentir malhumor, así que solo tenía una conclusión, ella nunca fue un amor.
Ella solo me enseño a sentir deseos.

2 comentarios:

  1. Caralho! Que boa obscenidade.
    Saudações

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  2. Me encanta tu blog, y me gustaria las letras un poco mas grandes hehehe, casi no logro leer, saludos! :)

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