martes, 3 de enero de 2012

Compañero y Camarada



El insomnio me ha traído un compañero. A lo lejos, solo nos sentimos cuando tratamos de dormir, al mismo tiempo, al mismo ritmo de la respiración desesperada por el descanso, a la misma hora infernal. Y es que dicen por ahí que a las tres de la madrugada salen los demonios, creo que más bien salen los míos a besar el frio piso virgen de hace ya varias horas, donde solo pasan las almas cazadoras de húmedos deseos, o de terroríficos agujeros bajo mi cama.
Y a toda velocidad voy al encuentro diario de su mirada que no trae más que esa sensación de deseo inigualable que ningun ser humano logrará arrancar, no veo bien sus ojos hasta que me toca y todo se envuelve en llamas. Su respiración que quema y desnuda casi a latigazos, donde no deja marcas, solo sensaciones.
En mis madrugadas, el me acompaña, el me devora con ansias, el se revuelca en mi cama, y a veces yo me revuelvo en la suya. Susurramos las historias de las estrellas, que se ríen ante nuestro inigualable desfile de deseos precedido por encuentros escondidos. Ellas que lo saben todo, que entienden el deseo y ocultan bajo el cósmico lenguaje nuestras necesidades ante humanos que no comprenden.
Durante mis días, trato de comerme el sol, para escupir en su boca mi polvo de estrellas a cada encuentro. Nuestra luz es el fuego de los ojos, los suspiros, los movimientos de la cadera…
Son las 4:00 a.m… el se va, yo me voy y la calle esta vacía, el cielo recibe nuestro sueño, y es hora de soñarnos.

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