lunes, 26 de septiembre de 2011

Nelson

Nelson estaba en la puerta de aquel bar oscuro, que hasta el nombre lo decía todo “O buraco” (El hueco), poniendo sellos fluorescentes en la mano de los que pagaban la entrada y eran principalmente mayores de edad. Yo apenas tenía 14 años, y enfrente tenía una fila con unas 15 personas. A medida que la fila andaba, yo solo pensaba en que decir para aparentar ser mayor de edad, pensé en sacar unos 10.00R, o solo decirle “Mi novio es el baterista” (para esos tiempos el baterista de una banda cambiaba a cada toque, así que nadie nunca lo conocía). Cada vez estaba más cerca de la puerta, cada vez el olor a marihuana era más fuerte, y el sonido de “Ratas Podres” (Ratas Podridas), hacía temblar el piso y las paredes, no podía ponerme el pelo de punta, desde hacía un par de días atrás había decido acabar con mi cabello, sentir nada, y mover nada.
A llegado mi hora de entrar, o de quedar afuera, y solo escucho una hermosa voz en medio de todos los gritos diciéndome…
“Te vez hermosa aún sin cabello, tienes un cráneo perfecto”
No pude evitar sonreír, bajar la mirada, morderme los labios y mirarlo para decirle…
“Tengo 14 años”
Y con una carcajada, sostuvo mi mano, en la palma escribió su número, en la muñeca puso el sello, y lo única que me dijo fue…
“Nelson”
Solo sonreí…
Recuerdo ese día que nos vimos por primera vez, recuerdo la cerveza invitada, pero solo una, el me cuidaba, recuerdo un beso rápido, recuerdo haber caminado hasta la parada del bus a eso de las 2 de la mañana, recuerdo sentarnos atrás del conductor y hablar durante 30 minutos sobre la dimensión del cráneo, recuerdo caminar de manos dadas hasta la entrada de mi edificio, el beso, y su ultimo cometario…
“Yo tengo 22”
El número no se borro de mi mano, a pesar del buen baño que me di, logre apuntarlo antes de caer rendida en la cama, sentía mucha tranquilidad de haberlo conocido.
Nelson siempre fue muy loco, con ideas espontaneas, temas desconocidos, palabras sabias, y muy espiritual, alguien que solo trabajaba afuera de los bares para pagar sus estudios de medicina que cursaba en la Universidad del Estado.
Nelson era hermoso, alto, fuerte, aquel color que llama el verano, la sonrisa blanca, los ojos oscuros, los labios perfectamente rosados, la nariz larga y respingada, mejillas cuadradas, pelo largo castaño, tan liso que era la envidia de muchas mujeres. Siempre fue atractivo, y en mi mente siempre será perfecto.
Nelson murió esta madrugada, tenía un año de no verlo, y sentía que siempre a pesar de no estar juntos, lográbamos vernos y sentirnos. Ayer al medio día, logre hablarle por teléfono, lloramos mucho al oírnos, creo que ambos sabíamos que esto vendría pronto, no es bueno estar internado en un hospital por tanto tiempo, sin saber exactamente que tienes. Pero las sonrisas hicieron que casi todo desapareciera, no existía nada que nos hiciera reír, y al hablar por casi 40 minutos, me dijo algo tan hermoso que no logre contener las lágrimas…
“Ayude a muchas personas en el interior, estoy feliz de eso, y orgulloso de mí.”
Sentí su silencio, y su respiración nostálgica, y pude saber que estaba sonriendo, el realmente es feliz. Cuando se casó, a los 27 años, me dijo que estaba alegre, pero que algún día el estaría feliz, que lo sabía, un eterno enamorado, que sin importar a donde iba, llevaba a su amor, como si fuera la vida, como si fuera su alimento, su salvación, como si fuera su seguridad.
Al despedirnos me dijo…
“Ven a verme”
Y yo solo le respondí…
“Solo te iré a ver si sales de ahí”
“Si salgo antes de que vengas, mejor te visito yo, aunque no me veas”
Yo lo entendí, el sabia que algo ocurriría, el sabia que esto llegaría.
Nelson, mi amigo, te amo. Gracias por tu visita esta madrugada, espero verte en la entrada, y que me pongas el sello para poder pasar.

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